23 Ago

«Somos lo que hacemos constantemente», escribió Aristóteles. Así que si queremos cambiar (…), es desde la cotidianidad de nuestras acciones que debemos empezar. Porque todo comienza simplemente, un día como cualquier otro, cuando el alma está preparada». (Citado Valentina C. – «L’importanza dei piccoli passi)

Como seres humanos, el lenguaje es una parte fundamental de nuestras vidas, pero en general, cuando nos expresamos, apenas somos capaces de permanecer en la conciencia de que cada palabra tiene una resonancia energética que llega a nosotros mismos y a los que nos rodean.

Por tanto, el primer paso es la concienciación, dando la importancia adecuada a las palabras que utilizamos cuando interactuamos con nosotros mismos y con los demás.

Para que la comunicación con tu animal fluya, es importante expresarnos (tanto verbal como telepáticamente) de forma coherente, sintiendo bien las emociones que queremos expresar a través de esa palabra. Para ello de nuevo la base necesaria es nuestro estado de presencia que nos permite despejar las nubes y nos conecta con la esencia de lo que queremos transmitir.

Esta base nos da una indicación del segundo paso, que es la coherencia. Los animales son, por naturaleza, coherentes y alineados, y cuanto más volvemos los humanos a esta condición, más fluye cualquier tipo de comunicación de forma transparente.

El tercer paso es la igualdad: cualquier tipo de comunicación efectiva tiene como base la sensación de que estamos al mismo nivel, de lo contrario el flujo se bloquea.

A menudo, incluso entre nosotros, los humanos, nos relacionamos con los demás sintiéndonos superiores o inferiores, y con nuestros animales esto sucede aún más: no escuchamos sus necesidades y tendemos a imponernos, cerrando así el canal de recepción.

Por lo tanto, mi invitación para empezar a sentar las bases de una comunicación verdadera, fluida y limpia es empezar por nosotros mismos. Limpiémonos e introduzcamos en nuestra vida diaria prácticas que nos devuelvan a una conexión total con nuestro plan del alma. No hay atajos, cada día con amor y disciplina, ayudémonos a encontrar nuestra esencia, sumergida por miles de miles de estímulos externos, miedos, juicios, restricciones, creencias. No estamos en el «hacer», estamos en el «ser».

Primera práctica: cultivar el estado de presencia

El principal aliado del estado de presencia es nuestra respiración. La respiración siempre está ahí mientras estamos en nuestro vehículo físico, pero la mayoría de las veces no le prestamos atención. Por lo tanto, te invito a que cada día le dediques tiempo a tu respiración. Empieza con 5 minutos, aumentando el tiempo a medida que vayas integrando esta práctica en tu rutina diaria.

1) Eliminar cualquier interrupción externa (teléfonos móviles, ordenadores, televisión)

2) Busca un espacio propio, siéntate o túmbate, encontrando la posición que te resulte más cómoda

3) Cierra lentamente los ojos y ponte en contacto con tu respiración sin cambiarla, sólo escúchala. Puede ser útil poner una mano en el corazón y la otra en el plexo solar (en el abdomen, justo debajo del diafragma).

4) En este punto, toma las riendas de tu respiración: inhala y exhala con tomando conciencia de que estás conduciendo tu sangre vital con cada movimiento de inhalación y exhalación.

5) Tu mente estará ciertamente muy activa: vendrán pensamientos no solicitados. No importa, toma nota de ellos y hazlos desaparecer con tu respiración consciente, sin juzgarlos, como si fueran nubes en el cielo.

6) Poco a poco, al fluir con la respiración consciente, el cuerpo entrará en un estado de relajación y sentiré vibrar el estado de presencia.

7) Cuando siento que cada una de mis células está en estado de presencia, he preparado el campo para empezar a abrirme a la comunicación de corazón a corazón con mi animal.

Cuando estamos en un estado de relajación, nuestras ondas cerebrales se sintonizan progresivamente desde las ondas Beta hasta una frecuencia más baja y lenta: Alfa, Theta y Delta. Pero, ¿qué son exactamente estas ondas?

Ondas Beta (12 a 33 Hz)

Las ondas beta (de 12 a 33 Hz) son una gama de frecuencias más alta, resultado de una intensa actividad neuronal relacionada con las actividades diarias, es decir, cuando hay que estar alerta a múltiples estímulos. La hiperactivación neuronal excesiva puede conducir a un estado de ansiedad y estrés.

Ondas alfa (8 a 13 Hz)

Las ondas alfa aparecen en el crepúsculo, es decir, en el espacio intermedio en el que hay calma pero aún no estamos en estado de sueño. Es un estado de relajación, propicio para la meditación.

Ondas Theta (3,5 a 8 Hz)

Estas ondas están relacionadas con nuestras capacidades imaginativas, con la reflexión y con el sueño. Son muy activos cuando experimentamos emociones profundas.

Ondas delta (1 a 3 Hz)

Se activan cuando estamos en sueño profundo (pero sin sueños). Este estado favorece el sistema inmunitario y nos ayuda a descansar profundamente.

Uno de los propósitos por tanto de la respiración, que nos ancla al aquí y ahora y al estado de presencia, es precisamente llevar nuestra actividad neuronal a la frecuencia de las ondas Alfa: aquí la mente está tranquila, no interfiere y al igual que una radio bien sintonizada estamos preparados para abrirnos a la comunicación telepática, de corazón a corazón, que nos permite iniciar el intercambio de información, en este caso entre nosotros y nuestro amigo animal.

Por lo tanto, te invito a integrar esta primera práctica básica en tu rutina diaria. Al principio, con paciencia y disciplina, será necesario crear un tiempo dedicado a uno mismo, sin interrupciones ni interferencias externas. Con la práctica, el objetivo es llevar este estado de presencia a todo lo que hago a lo largo del día (por ejemplo, mientras espero el autobús, espero para facturar, en el supermercado, lavando los platos, interactuando con alguien, etc.).  Esta es la base, y es esencial para preparar el terreno y poder empezar a abrirse a la comunicación no verbal con nuestro amigo animal.

¡Te deseo un buen comienzo!